2 de junio de 2011

El derecho de soñar

Por primera vez (quizás no la última) me permito publicar un texto que no es mío. Visto lo visto en las manifestaciones de Barcelona, Madrid y otras ciudades españolas, creo que es un buen momento para alzar la voz y gritar, a quienes nos manejan como títeres, nuestros sinceros deseos. Quizás nos miren mal, como es usual, y quizás nos sigan tratando con la punta del pie. Quizás se sigan riendo en nuestra cara y quizás nos sigan robando nuestro dinero, respeto, dignidad e ilusiones; pero nadie, nadie en absoluto, puede robar nuestro derecho a soñar.


(...) El derecho de soñar no figura entre los treinta derechos humanos que las Naciones Unidas proclamaron a fines de 1948. Pero si no fuera por él, y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían de sed. Deliremos, pues, por un ratito.

El mundo, que está patas arriba, se pondrá sobre sus pies:

En las calles, los automóviles serán pisados por los perros.
El aire estará limpio de los venenos de las máquinas, y no tendrá más contaminación que la que emana de los miedos humanos y de las humanas pasiones.

La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por el ordenador, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor.
El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas.

La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar.

En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a hacer el servicio militar, sino los que quieran hacerlo.

Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida  a la cantidad de cosas.

Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.
Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos.
Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas.

El mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra por siempre jamás.

Nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión.
Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle.
Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos.
La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla.
La policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla.

La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda.

En Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental,  porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.

La Santa Madre Iglesia corregirá algunas erratas de las piedras de Moisés. El sexto mandamiento ordenará: "Festejarás el cuerpo". El noveno, que desconfía del deseo, lo declarará sagrado.
La Iglesia también dictará un undécimo mandamiento, que se le había olvidado al Señor:
"Amarás a la naturaleza, de la que formas parte".

Todos los penitentes serán celebrantes, y no habrá noche que no sea vivida como si fuera la última, ni día que no sea vivido como si fuera el primero.

"El derecho de soñar", Eduardo Galeano.

2 comentarios:

  1. Me has recordado un pequeño parágrafo del poema de Calderón de la Barca.

    ¿Qué es la vida? Un frenesí.
    ¿Qué es la vida? Una ilusión,
    una sombra, una ficción,
    y el mayor bien es pequeño:
    que toda la vida es sueño,
    y los sueños, sueños son.

    Importante es soñar, que no nos quiten los sueños.
    Pero también es muy importante intentar por todos los medios que estos sueños se hagan realidad en la medida que sea posible y creo que los sueños de los indignados son posibles. Que con el paso del tiempo no se quede en una simple anécdota. Hay que trabajar, buscar otras opciones, otras salidas y los jóvenes y no tan jóvenes tenemos mucho que decir y mucho que hacer además de soñar.

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  2. Y yo añadiría el derecho a querer mejorar.

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